La “luna de miel” es el periodo justo después del matrimonio en que las parejas realizan un viaje soñado, normalmente a destinos exóticos y románticos. Pero, por extensión, llamamos “luna de miel” también a toda época de felicidad en una pareja o a un viaje que realiza sin nadie más que ellos mismos. Oímos decir en muchas ocasiones que una pareja vive en eterna luna de miel o que está pasando por un periodo de luna de miel. Pero, ¿cuál es el origen de la expresión?
Origen de la “Luna de Miel”
Hay distintas teorías sobre el tema, entre ellas las que se centran en que el origen podría estar en las propiedades de la miel como alimento fortificante y afrodisiaco. Ya en la antigua Babilonia, hace unos 3000 años, era costumbre que el padre de la novia ofreciera al novio una bebida a base de miel y agua durante todo un ciclo de la luna para favorecer la fertilidad.
En el caso de los romanos, era la madre de la novia quién dejaba un recipiente con miel en el dormitorio de los novios durante el mes posterior a la boda.
Esta misma tradición se seguía en las culturas nórdicas donde los novios bebían hidromiel para recibir la bendición de los dioses con hijos varones, ya que pensaban que la miel poseía poderes sobrenaturales.
También en Alemania en la Edad Media, donde las bodas se celebraban bajo la luna llena, momento de buenos augurios, los recién casados tomaban licor de miel durante todo el ciclo lunar para favorecer la fertilidad y asegurar su felicidad.
¿Cuándo empezó a llamarse así?
En cuanto a la denominación “luna de miel”, es una adaptación del término anglosajón “honeymoon”. Según el diccionario Oxford, la primera vez que se utilizó el término fue en un texto de 1546 del escritor John Hywood en el que asoció el término “hony moone” con el sentimiento de alegría en un poema sobre el amor. Posteriormente, en 1592 aparece en un texto del dramaturgo Robert Greene que utilizó “honney moone” al hablar de dos personas recién casadas.
La palabra evoca la dulzura de hacer el amor, al igual que la expresión tierno «honey» (miel), con el que los amantes se llaman mutuamente en ese idioma al menos desde la época de Shakespeare.
En 1791 aparece en un texto del autor alemán Johann Karl August Musäus: «La pareja recién casada pasó su luna de miel en Augsburgo, en felicidad mutua y placeres inocentes, como el primer par de humanos en el jardín del Edén».
Con la idea de viaje, se generalizó a finales del siglo XIX en Inglaterra, donde empezó a ser costumbre que los recién casados hicieran un viaje para visitar a los parientes que no habían podido asistir a su boda; de ahí pasó al continente europeo, donde a partir de los primeros años del siglo XX se generalizó.
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Sea cual sea su origen, luna de miel se asocia con la dulzura de la convivencia en pareja, sobre todo en los primeros momentos de la vida en común y es algo que no tiene por qué quedarse solo en este periodo. ¿Por qué no revivir esa época especial en otros momentos a lo largo de nuestra vida en pareja? Es una forma de revitalizar nuestra relación y volver a la ternura del principio.
No es necesario hacer un largo viaje, lo importante es crear el ambiente adecuado y pasar unos días solos, en pareja, disfrutando el uno del otro, lejos de la rutina, de las obligaciones del día a día y del estrés. Y, eso precisamente es lo que podéis encontrar en nuestras casas románticas de Rincón de Monasterio. Tenéis todo lo necesario para vivir una auténtica luna de miel.
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