Esta es la historia de "El Rincón de Monasterio".

La primera vez que puse el pie en Monasterio era casi de noche.

Se nos había pasado el día recorriendo pueblos por el Parque Natural Sierra Norte de Guadalajara, en busca de una casa de campo para alejarnos de Madrid los fines de semana, pero a pesar de que ya estábamos cansados, decidimos echar un vistazo a aquel pueblito de nombre tan sugerente.

Era un lugar solitario, de cuatro casas y media, rodeado de árboles y junto a un río, y nos gustó tanto la tranquilidad que se respiraba allí, que decidimos preguntar a la única persona que vimos por alguna casa en venta.

Aquel señor era uno de los cinco habitantes que el pueblo tenía en invierno, y nos enseñó un pequeño pajar en el rincón de una placita.

Con ayuda de su linterna, apenas vimos algo más que vigas de madera, restos de heno y comederos de animales. Pero el sitio nos enamoró.

Éste fue el comienzo, aquel pajar fue restaurado, con mucho esfuerzo y con muchas ganas, y lo convertimos en una casita confortable a la que nos escapábamos en cuanto podíamos, para librarnos del estrés de nuestros respectivos trabajos, de los atascos y las prisas urbanas que cada vez nos hacían la vida más difícil.

Disfrutar de unos días mágicos en Monasterio:

El pueblo era la vida para nosotros. Y, de hecho, cuando pensamos en casarnos no dudamos en hacerlo allí, 35 años después de la última boda celebrada en aquella Iglesia.

Nos casó el cura, invitamos a todo el pueblo y lo celebramos con una gran barbacoa para los amigos y la familia.

El Rincón de Monasterio se convirtió en nuestra vía de escape. Y nos iba gustando más y más disfrutar de los paseos por el campo, de la tranquilidad del pueblo, las excursiones seteras, los baños en el río en verano y las barbacoas con los amigos. Cada vez llevamos peor lo de coger el coche los domingos por la noche y conducir 98Km para volver a Madrid.

Así que empezamos a pensar en la posibilidad de vivir allí, una idea remota al principio pero que poco a poco se perfilaba con fuerza en nuestra cabeza. Pero no era fácil, Mikel, mi marido, trabajaba como fotógrafo en una publicación a la que llevaba vinculado 14 años. Y yo era ejecutiva en una empresa, trabajando hasta 12 horas diarias.

No parecía posible salir de aquel engranaje, pero lo que nosotros queríamos era cambiar de vida. Lo primero que hicimos fue comprar un grupo de casitas semiderruidas junto al río. Hicimos un proyecto, solicitamos una subvención Leader y nos la concedieron. Las obras de rehabilitación podían comenzar. Este proyecto, por el que recibimos el premio Idea de Castilla la Mancha en 1997, consistía en aprovechar el potencial turístico de la zona y crear un centro de turismo rural con tres casas para cuatro personas cada una.

La idea era ofrecer a la gente que quisiera escapar de Madrid la posibilidad de pasar unos días mágicos en Monasterio, con todas las opciones posibles para disfrutar de aquel entorno: excursiones, cursos de fotografía y pintura, micología, recorridos por la zona…

El proyecto suponía un compromiso por nuestra parte con la revitalización económica y turística de la zona y del pueblo, en un momento en el que todavía el término turístico rural sonaba a nuevo y Guadalajara apenas contaba con establecimientos de ese tipo.

Nace un bebe en la casa de los sueños

Construimos las casas conservando y respetando la arquitectura local, cuidando el diseño y la decoración, tratando de crear lugares apacibles, pensando hasta el detalle para el bienestar.

Y así surgió El Rincón de Monasterio I, y así fue cómo tuve que dejar mi trabajo para atender la creciente afluencia de visitantes.

Durante la semana, sola en casa y casi sola en el pueblo, organizaba las reservas y preparaba las casas.

Pasados los momentos de incertidumbre lógica de los comienzos, el proyecto se consolidó y Mikel pudo dejar definitivamente su trabajo e incorporarse con dedicación exclusiva al proyecto.

Cinco años más tarde nuestra hija Mar fue el primer bebe nacido en 40 años en Monasterio. Varios espacios informativos de televisión encontraron que este era un hecho curioso y recogieron el acontecimiento.

Lo que más les sorprendía es que una pareja joven con una hija hubiera decidido dejarlo todo para vivir en un pueblo.

Nuestra hija Mar disfruta y es feliz, tanto como sus padres en un entorno donde puede jugar, correr al aire libre y gozar del contacto con la naturaleza.

Hoy, el pequeño pajar de los comienzos es el centro de acogida de visitantes

Tenemos cuatro alojamientos ya consolidados: El Rincón de Monasterio, I, II, alojamiento Amapola y lo último inaugurado es una zona con sauna, jacuzzi, una sala fitness, y una sala de masajes.

Estos alojamientos se vienen llenando de gente encantadora que vuelven a visitarnos en cuanto pueden.

Cuando miro atrás y repaso los duros comienzos, me doy cuenta de que tengo la suerte de poder decir que he conseguido mi sueño como empresaria. Después de todos estos años de tanto trabajo y grandes cambios, mi experiencia me ha hecho creer que las ilusiones y los deseos de una vida mejor pueden llegar a cumplirse.

En este momento está en marcha justo el remate de nuestro sueño que es la construcción de un estudio de pintura y de fotografía puesto que nunca hemos dejado nuestro punto de arranque, que al final era poder hacer lo que nos da vida, que es pintar yo y Mikel realizar los reportajes encargados por uno mismo.

El proyecto ha ido creciendo

Actualmente tenemos 9 casas románticas, preparadas para que las parejas pasen unos días inolvidables y una piscina privada.

Ponemos todo nuestro corazón para conseguir que nuestros huéspedes tengan buenas experiencias; cuidamos cada detalle de la decoración, el equipamiento, la comida y las actividades. Nos encanta ejercer de anfitriones y nos hace muy felices cuando nos dicen que han pasado unos de los mejores días de su vida, por eso seguiremos dedicándonos en cuerpo y alma para conseguirlo.

... y nuestra historia continuará